—François Gauvin: ¿Qué piensa del conflicto estudiantil en Québec?
—Alain Badiou: Lo que me parece interesante es la escala y el empuje del fenómeno. Básicamente lo que está sucediendo en Québec es una resistencia repentina y generalizada a un fenómeno global, que intenta aplicar el modelo mercantil a todos los ámbitos de la actividad humana. La universidad, como un negocio, deberá poder autofinanciarse, mientras que históricamente se creó de acuerdo a unas reglas bien distintas. Evidentemente el conflicto tomó una forma concreta y muy localizada de lucha contra el aumento previsto de las tasas universitarias. Después se extendió y se convirtió en una oposición a la manera en que el gobierno gestiona la crisis. Pero está claro que en el núcleo del levantamiento se encuentra una subjetividad que se rebela contra la idea de que los negocios deban ser el paradigma para todo. Este punto de resistencia está generando un debate a gran escala que nos concierne a todos y cuyo resultado no podemos predecir.
—François Gauvin: ¿Podría compararse con la revuelta estudiantil de Mayo de 1968 en la que participaste como líder maoísta llamando a hacer la revolución?
—Alain Badiou: Sí, en relación a sus formas de acción, su estilo, su inventiva. Es el primer recordatorio de Mayo del 68, el primer gran eco de una subjetividad activa, alegre, que no huye del conflicto cuando este es necesario, aunque esté dividiendo a la sociedad de Québec. Fue exactamente igual en 1968. Los estudiantes inspiraban simpatía, pero como pudimos ver en las elecciones legislativas de junio de 1968 en las que ganó el partido del General De Gaulle, la sociedad francesa estaba completamente dividida.