Las grandes ideas de 2013

¿Tienen los árboles algo que decirnos?

En juego está si los objetos deberían ser sujetos de derechos.

Jordi Huisman

¿Puede un tsunami ser un activista revolucionario? ¿Deberían las piedras influir en la forma en que viviremos en el próximo siglo? ¿Tienen los árboles algo que decir al respecto? Tras dos milenios de antropocentrismo incuestionado —la creencia de que la humanidad es el centro de la existencia— una rebelión está en marcha en el interior de la filosofía occidental. En juego está si los objetos deberían ser sujetos de derechos.

«Mi corazonada es que la imagen de la materia muerta o profundamente instrumentalizada alimenta la hybris humana y las fantasías de conquista y consumo que están destruyendo el planeta», escribe Jane Bennet en Vibrant Matter: A Political Ecology of Things. «Lo hace impidiéndonos detectar (ver, oír, oler, tocar, sentir) un rango más amplio de poderes no humanos que circulan alrededor y en el interior del cuerpo humano». Inspirada por panpsiquistas como Freya Williams y Matthew Hall, la llamada de Michel Serres por un «contrato natural» entre seres humanos y no humanos, por la extensión de Ecuador de los derechos a la naturaleza, y por las nuevas teorías de la «ontología orientada a objetos» desarrolladas por Bruno Latour, Graham Harman y Timothy Morton, es inquietantemente reminiscente de la revolución copernicana que en el s. XVI derrocó el geocentrismo y desplazó la Tierra y a la humanidad del centro del universo... solo que esta vez las implicaciones políticas podría ser mucho más profundas. Imagina por un momento un Parlamento Mundial de las Cosas donde los derechos de las piedras, los zorros y el hielo ártico fueran equilibrados con y, en ocasiones dados prioridad sobre, los derechos de los humanos... y donde discutamos vehementemente sobre la cuestión: ¿cuál es la reivindicación más importante del petróleo?

Al exigir el voto para los objetos, los nuevos materialistas encarnan una contracorriente de las políticas prefigurativas y antirepresentativas adoptada por activistas de Occupy en el otoño de 2011. En lugar de repudiar el concepto del gobierno representativo, los nuevos materialistas lo transforman empujando la representación política a los límites de la inteligibilidad.

Pero para un escéptico, la convicción de los nuevos materialistas de que las cosas importan no es más que una intelectualización tardía de los hechos sobre el terreno establecidos hace ya mucho por los publicistas. Para un publicista de Nueva York, la idea de que los objetos nos interpelan es un supuesto básico de trabajo.

Su trabajo consiste en modelar, articular y amplificar esa llamada, movilizar los «poderes no humanos» de los objetos a nuestro alrededor y plasmarlo en dólares.

Desde esta perspectiva, lo que es «nuevo» en el nuevo materialismo no es que los objetos nos hablen, sino una ampliación del tipo de objetos que nos hablan y una expansión de quién puede hablar en su nombre. Rocas, basura de alcantarilla, huellas de ovejas, tapones de botella y bacterias... estos académicos pretenden animar los detritus y los incontables objetos del capitalismo, los artículos nunca o casi nunca encantados por la máquina publicitaria. El impulso democrático clave de la filosofía orientada a los objetos consiste en extender el derecho a hablar de los objetos no respaldados por los patrocinadores empresariales: abrir la democracia de los objetos para incluir a los muy pobres. Esta es la magia real representada por Miranda July en su libro Te elige a tí,donde objetos aleatorios en un local PennySaver se convierten en faros de una especie de búsqueda de ideales. Con nuevos aliados a través de los cuales expresar sus poderes, los objetos pueden decir más cosas que simplemente «cómprame».

El mundo imaginado por los nuevos materialistas es, sencillamente, un mundo encantado, en el que cada objeto y átomo tiene voz, poder, embrujo. Y la cuestión que plantean no es solamente «¿cuál es la reivindicación más importante del petróleo, qué tiene el petróleo que decir?» sino «¿quién tendrá el derecho de hablar en nombre del petróleo?» Hasta ahora, los megaconglomerados de la comunicación han custodiado celosamente su condición exclusiva de ventrílocuos de las voces y deseos de los objetos. El nuevo materialismo es, en esencia, una llamada para que cada uno de nosotros se convierta en un intérprete y defensor de las cosas mudas, que cada uno de nosotros contribuya al reencantamiento político del mundo.

Micah White y Chiara Ricciardone