No creo que podamos ganar la lucha contra el capitalismo financiero manifestándonos en las calles. Destruir bancos no es útil si pretendemos emanciparnos de la dictadura financiera, pues el poder financiero no reside en los bancos, sino que está incrustado en el software, en los automatismos tecnolingüísticos que rigen la vida cotidiana y en los automatismos psíquicos del consumismo, la competición y el miedo.
No obstante, estamos inmersos en un proceso —en un movimiento— que arborecerá a lo largo de la próxima década o quizás más, y tenemos que echar a andar desde donde estamos y desde lo que sabemos.
Lo que tenemos hoy es el recuerdo de las formas pasadas que nuestros movimientos han adoptado, incluyendo ocupaciones, huelgas y manifestaciones, tanto pacíficas como violentas. Todas ellas forman parte del legado de los movimientos sociales del siglo XX.
Últimamente hemos estado intentando resucitar estas viejas formas de lucha —estas viejas formas de expresión— pero los resultados no han sido especialmente buenos. Las formas establecidas de manifestación pacífica no tienen absolutamente ninguna posibilidad de cambiar la política del capitalismo financiero. Estas no funcionan cuando la democracia está muerta (y está totalmente muerta, la experiencia europea lo está demostrando claramente).
Pero por otra parte, los disturbios violentos o los atentados contra bancos también son inútiles porque no desafían los sitios de poder real. El poder real está en la ciberesfera, en los algoritmos del control financiero, en los análisis cuantitativos que afianzan el comercio, etc.