Durante milenios, la civilización humana ha visto sucederse infinidad de cambios de paradigmas, de grandes ideas. En la modernidad el hegeliano espíritu del mundo, la muerte nietzscheana de Dios y la teoría del ser de Heidegger trazaron el camino de la posmodernidad hacia el dispositivo de Foucault, el final de la historia de Fukuyama, la deconstrucción de Derrida y el rizoma de Deleuze y Guattari. Y sin embargo, mientras todos dábamos por hecho que se seguirían concibiendo grandes ideas durante mucho tiempo, parece que en los últimos años nuestras fuentes de inspiración han quedado obsoletas. Hay una creciente comprensión sobre el hecho de que, de repente, han dejado de producirse ideas realmente nuevas y creativas. Nadie sabe por qué.
La sequía conceptual no podría llegar en un momento más inoportuno. Siete mil millones de nosotros estamos atravesando la crisis ecológica, financiera, política y espiritual más grave de la historia. Esta vez la catástrofe a la que nos enfrentamos no afecta a una sola región o a una sola nación, ni tampoco a un continente... Lo más terrorífico es que nos afecta a todos y a todas de manera global y simultánea. Es probable que, si no conseguimos salir por nosotros mismos de este declive, nos veamos condenados a una edad de mil años de oscuridad y horror... Una era de devastador capitalismo autoritario, brutalidad y caos de tal magnitud que hará parecer los genocidios y los holocaustos del siglo pasado como meros preliminares. No solamente se nos están agotando las ideas; se nos está agotando el tiempo.
Ahora más que nunca necesitamos un gran avance creativo y ríos de ideas rompedoras que permitan cambiar el campo del pensamiento, mostrando salidas, abriendo posibilidades y potencialmente salvándonos a todos. Necesitamos disidentes de medios de comunicación alternativos que terminen con el virus comercial que infecta toda nuestra información. Necesitamos una nueva cosecha de estudiantes de economía que se rebelen frente a sus profesores, derroquen el paradigma neoclásico y lo reemplacen por otro nuevo, basado en un modelo de economía de coste real. Necesitamos maneras nuevas y poderosas de desmantelar el poder corporativo y a sus representantes. Y aquí surge el mayor reto de todos: ¿cómo hacer estallar la revolución social, una insurrección de la vida cotidiana que se extienda a través del planeta justo a tiempo para evitar la catástrofe definitiva?
Es posible que nuestro abandono del mundo natural y la migración a gran escala hacia el ciberespacio hayan cortado nuestras raíces y entumecido sin remedio nuestras neuronas. Puede que nos encontremos en medio de un colapso mental irreversible de la raza humana, un colapso irreversible comparable al del ecosistema del planeta. Esta espiral psicoecológica puede acabar con nosotros. ¿Es quizás demasiado tarde?
Pero la entrega #103 de Adbusters no va sobre desesperación, sino sobre esperanza y revolución y cómo vivir la vida sin tiempo muerto... Se trata de tantear el terreno y discernir si podemos reunir la energía psíquica para efectuar un giro radical.
Hacia lo salvaje,