La aventura de una vida diferente

Buscando a nuestro alrededor nuevas formas para empezar este viaje salvaje.

La aventura de una vida diferente

De acuerdo con toda la información que poseemos, es del todo aconsejable que debamos considerar un colapso mundial del ecosistema durante la vida de las generaciones jóvenes y medias, sin ni siquiera esperar a que las generaciones más jóvenes alcancen la madurez. En Estados Unidos —empezando por las costas y los ríos— este colapso será especialmente dramático.

El resultado de los intentos de la gente por salvar su propia situación nos conducirá a una espantosa lucha entre todos. Quizá pudieramos llamar a nuestra militancia para mantener el orden por un tiempo y, especialmente, para asegurar provisiones desde fuera. Pero, a la larga, es una medida incierta ya que nuestras armas se distribuyen rápidamente. Dentro de veinte años habrá muchos más países armados con armas nucleares de los que hay hoy... al igual que terrorismo nuclear. Y sabemos lo vulnerables que nuestras complejas infraestructuras son.

Si queremos evitar esto, debemos encarar el peligro ahora que aún tenemos una distancia de frenado justa y suficiente. Se reconoce que nadie puede decir exáctamente cuán irreverisble es el daño tal que no se pueda hacer el bien, aunque, ciertamente, ninguna especie extinta puede resucitar. Pero dejémonos acordar un plan para prevenir la sobrecarga definitiva y el colapso de la bioesfera y la atmosfera. Podemos hacerlo si juntamos nuestras mentes y reinamos sobre nuestro egoismo.

Debemos empezar con nosotros mismos. Hay demasiado alemanes en Alemania, demasiados estadounidenses en EE.UU., etc. Nuestro territorio no puede soportar el uso medio diario de energía: de 150 a 160 kilovatios/hora por persona. Permitámonos aceptar, al menos, una reducción en el número de nacimientos; naturalmente, los movimientos migratorios causados por el sistema industrial metropolitano deben cesar, ya que solo causan problemas sin resolver ninguno.

Entonces reduzcamos la carga afectada por nuestras necesidades básicas de comida, ropa, vivienda, educación y salud, así como nuestas necesidades de seguridad (militar), mobilidad y comunicación, también de placer y desarrollo. Como consecuencia de las grandes organizaciones, de las grandes tecnologías, de los sistemas de transporte determinados por los mercados mundiales y una psicología con fijación por la seguridad, satisfacemos dichas necesidades a un coste desproporcionadamente alto.

“Resolvemos” los problemas resultantes de estos - no lo más mínimo el de proteger el medioambiente - trazando nuevas rutas en la investigación de recursos no renovables del planeta. Pero, ya que este proceso está estructuralmente determinado - esto es, dado el patrón de que la civilización es insoluble - debemos hacer cambios en la base de la estructura misma.

Esto se hace especialmente claro cuando miramos a las cosas que debemos abolir - porque sin los profundos cambios estructurales quedaría el torso miserable de una megamáquina industrial, de la que vendría nada más que frustración. ¿Qué, entonces, debe claramente desaparecer? Obviamente, la producción de energía nuclear. Pero también debemos apartar el coche particular, abandonar, principalmente, el trafico de camiones y vehículos especiales, y cerrar la mayor parte de aeropuertos. Naturalmente, las ruedas militares deben dejar de girar. Debemos recortar el numero de coches y el volumen de químicos que producimos, y debemos abolir la industria de las armas completamente.

¿A dónde vamos a llegar si el trabajo industrial se abole de esta forma y tenemos que pasar principalmente con los recursos minerales, agrícolas y atmosféricos que aún podemos encontrar en nuestra tierra? Entonces debemos recordar que nosotros, seres humanos, no hemos estado siempre aislados de la nutritiva Tierra y las herramientas de su trabajo - aislados, no solo por distancia, sino también por falta de relaciones apropiadas.

Además de la densidad de sus asentamientos, la tierra de nuestro pais sigue siendo suficiente para saciar nuestras necesidades mediante la agricultura y ganadería naturales, especialmente si recortamos la ingesta de carne. Podríamos alimentarnos mediante el trabajo de nuestras manos.

Para la producción de herramientas, contenedores, almacenamiento y residencias, una pequeña industria es más que suficiente; provistos, limitaríamos la producción de provisiones básicas para el vecindario inmediato - un radio de unos 25 ó 30 kilómetros. Si concentramos nuestra inteligencia en una agradable y bella tecnología, el resultado prodría ser un sistema de alta producción de herramientas no necesitando más de cuatro horas al día de trabajo por persona.

Todo depende de la disposición a una existencia organizada localmente alrededor de la comuna y de la vida en comuna. La división del trabajo sería construida de nuevo desde esto. En el centro de las cosas no estaría, sin embargo, el trabajo, sino la vida, el tráfico interpersonal de una cultural áltamente cargada de amor, donde los valores de “ser” estén por encima de los valores de “tener”.

Por tanto, lo más inmediato que se debe hacer es familiarizarse con las comunidades en desarrollo: empezar a buscar gente, familias y grupos con los que quizá compartir la aventura de una vida diferente.

Rudolf Bahro en “Avoiding Social and Ecological Disaster: The Politics of World Transformation”. Bahro renegó del comunismo cuando el gobierto de la Alemania del Este se negó a denunciar la invasión Rusa de Checoslovaquia en 1968.

Traducido por Omar Prieto Méndez