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Bush y Blair declarados culpables de crímenes de guerra

¿Qué ocurriría si todos los criminales de guerra fueran tratados así?

AP Images/J. Scott Applewhite

Un mes antes de la invasión y consiguiente ocupación de Irak, el secretario de Estado de los Estados Unidos Colin Powell compareció ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y presentó la declaración de la guerra. «Compañeros, cada afirmación aquí realizada está apoyada en fuentes, fuentes sólidas», Powell dijo a la comunidad internacional el 5 de Febrero de 2003.

A continuación, Powell hizo una convincente presentación de supuestas imágenes de satélite de alto secreto, conversaciones telefónicas interceptadas y descripciones de presuntos testigos visuales que testifican la existencia de «fábricas de armas biológicas sobre ruedas y sobre railes» que pretendían probar que Irak estaba desarrollando armas de destrucción masiva. La presentación de Powell fue un golpe maestro de propaganda doméstica. Tuvo una enorme influencia, cambió de manera radical las percepciones de la opinión pública estadounidense y británica, y sentó las bases para la guerra preventiva y unilateral de George Bush y Tony Blair.

Hoy día sabemos que las evidencias que Estados Unidos e Inglaterra usaron para justificar la guerra preventiva —una guerra donde se ha asesinado a 150.000 inocentes, se ha desplazado a un millón más y se ha contaminado para siempre el país con uranio empobrecido causante de malformaciones congénitas— estaban basadas en informaciones inventadas. En 2011, Rafid al-Janabi, la «sólida fuente» de Powell, admitió sin remordimientos públicamente que se había inventado la historia acerca de los laboratorios de armas biológicas móviles una década antes. Al-Janabi también declaró que las agencias de inteligencia que lo entrevistaron en aquel momento sabían que estaba mintiendo. Solo después, cuando se hizo necesaria una justificación para la guerra, sus fantasías se convirtieron en hechos. Hay evidencia documentada que sostiene la conclusión de que Bush y Blair sabían, cuando Powell hizo su discurso donde mantenía que existían armas de destrucción masiva en Irak, que tales afirmaciones fueron fabricadas. Una nota proveniente de una reunión de alto secreto entre Blair y oficiales de la inteligencia militar británica informaba de que «los servicios de inteligencia y los hechos se están ajustando a la poĺitica» del cambio de régimen «justificada por la conjunción de terrorismo y armas de destrucción masiva».

Aquí es donde la mayoría de los análisis sobre la guerra de Irak terminan: en un «son cosas que pasan», en un encogerse de hombros o, en el mejor de los casos, unas pocas palabras de fría condolencia hacia aquellos que han sido asesinados en una guerra basada en mentiras. Pero ahora un movimiento global está en marcha y se está alzando para dar un paso más allá: para juzgar a Bush y a Blair por el mismo régimen de derecho internacional que ellos emplearon para justificar su guerra preventiva. En noviembre de 2011 y mayo de 2012, el Tribunal de Crímenes de Guerra de Kuala Lumpur, un tribunal fundado por el ex primer ministro Mahathir Mohamed, juzgó in absentia a George Bush, Tony Blair, Dick Cheney, Donald Rumsfeld y a sus consejeros legales norteamericanos Alberto Gonzales, David Addington, William Haynes, Jay Bybee y John Yoo. Bush y Blair fueron acusados de violar los Principios de Nuremberg al cometer «crímenes contra la paz», declarando una guerra que viola los estatutos de las Naciones Unidas y el derecho internacional. Bush, Cheney, Rumsfeld y sus consejeros legales fueron también acusados de «crímenes de guerra» y de «crímenes de tortura».

Acogiéndose al derecho de jurisdicción universal, un principio legal internacional que otorga a cualquier estado el derecho a perseguir personas que cometan crímenes que afecten a toda la humanidad, el Tribunal de Crímenes de Guerra de Kuala Lumpur se ha regido por estrictas normas legales y régimen probatorio. Todas las partes fueron provistas de representación legal por abogados capacitados para el ejercicio de sus funciones y el proceso se basó en testigos oculares y pruebas documentales.

Tras cuatro días de procedimientos legales en noviembre el Tribunal hizo público un veredicto unánime por el cual declaró culpables a George Bush y Tony Blair de «crímenes contra la paz, crímenes contra la humanidad, y genocidio como resultado de su participación en la guerra de Irak», basándose en evidencias de que ellos sabían que la justificación para la guerra de Irak habían sido inventadas.

En mayo el Tribunal aceptó los cargos por tortura. Después de tomar declaración a varias personas torturadas por el ejército norteamericano mientras se encontraban detenidas sin derecho a un juicio —incluyendo a Moazzam Begg, a quien se le dijo que su mujer estaba siendo torturada en la celda de al lado para, a continuación, hacerle escuchar los desgarradores gritos de una mujer; a Rhuhel Ahmed, a quien le inyectaron drogas alucinógenas y fue sometido a 45 días de privación de sueño; y a Abbas Abid, a quien se le arrancaron las uñas con unas tenazas— los cinco jueces del Tribunal dictaron otra sentencia unánime contra Bush, Cheney, Rumsfeld y sus colaboradores.

El Tribunal de Crímenes de Guerra de Kuala Lumpur aún no tiene el poder para ejecutar sus veredictos contra Bush y Blair pero abre las puertas para otros tribunales del mundo que pudieran tener este poder. Hoy estamos un paso más cerca de un mundo justo en el que criminales de guerra sean implacablemente perseguidos, arrestados y juzgados sin importar de qué país provengan. Bush y Blair, os lo advertimos: los crímenes de guerra no prescriben.

—Micah M. White